sábado, 1 de noviembre de 2008

El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.(Hemingway)




El gallego que inventó la calculadora
Es un poco exagerado decir que inventó la calculadora, porque a mediados del siglo XIX, cuando realizó su proeza, ya había muchos modelos de máquinas de cálculo. Sin embargo, la calculadora ideada por Ramón Verea sobresalía por sus cualidades.
En la edición del 30 de diciembre de 2004 de La Voz de Galicia, se hace un somero resumen a la biografía de este inventor hoy olvidado:
La Calculating Machine nº3 pesa 22 kilogramos, está hecha de hierro y acero amarillo y tiene un lugar reservado en la historia de la informática, pero debería de tenerlo también en la historia de Galicia, ya que el hombre que la ideó, diseñó, construyó y patentó se llamaba Ramón Verea y era natural de A Estrada. (…) Pascal y Leibniz habían realizado intentos de resolver el problema del cálculo mecánico y muchos otros científicos trabajaron sobre los mismos principios, pero hasta que Ramón Verea creó su máquina no se había conseguido ir más allá de sumar y restar con un sistema lento, cansado y tedioso. La calculadora de este gallego era capaz, además, de multiplicar y dividir, de hacerlo exacta e instantáneamente y de permitir hasta quince cifras en el resultado. Su avance en este campo resulta asombroso e inmenso, y mucho mas teniendo en cuenta que Verea era periodista y escritor y no hombre de ciencia. El Scientific American, el New York Herald y muchos otros medios de comunicación se hicieron amplio eco del invento. Patentó su máquina el 10 de septiembre de 1878 (patente número 207.918), pero asombrosamente rechazó intentos de comercializarla o de continuar trabajando en ese campo, que le podría haber reportado mucho dinero y reconocimiento, porque, según declaró al Herald: «Sólo me movía el afán de contribuir con algo al avance de la ciencia y un poco de amor propio. Yo soy un periodista y no un científico y, además, lo que yo pretendía demostrar… ya está demostrado».Hombre honrado y pobrísimo Ramón Verea falleció en Buenos Aires el 6 de febrero de 1899. El diario El Eco de Galicia, editado en esa ciudad, le dedicó un sentido artículo en el que se destacaba su honradez y su extrema pobreza: «La Asistencia Pública recogió el cadáver y, practicada la autopsia, resulta que el fallecimiento es debido a una afección pulmonar. (…) El sepelio tuvo lugar ante muy regular concurrencia». Verea murió solo y fue enterrado en un panteón anónimo del cementerio del Oeste. Su máquina fue superada y mejorada y hoy duerme su sueño en un tranquilo sótano, olvidada por casi todos. También el nombre de su creador fue cayendo en el olvido y ha quedado reducido a los manuales especializados. Quizás la próxima vez que usemos una calculadora en el trabajo o veamos cómo lo hacen nuestros hijos cuando estudian, no podamos evitar recordar por un instante a este gallego apasionado y heterodoxo.

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